Tras haber trabajado seis años en centros hospitalarios públicos y privados, comencé hace casi veinte años una andadura profesional como profesional autónomo, en el proyecto de mi consulta privada y colaborando con algunas clínicas. Pasé, como digo cariñosamente, al lado oscuro. En ese lado también hay vida, y mucha. Allí disfruto de la oftalmología, y vivo la profesión con algunos matices nuevos que antes no tenía. Desde esa perspectiva de una pequeña consulta profesional y con toda modestia, ofrezco algunas reflexiones especialmente dedicadas a quien se sienta atraído por este camino, y las titulo así:

ALGUNOS FALSOS MITOS  SOBRE LA MEDICINA PRIVADA

1.- EL NIVEL CIENTIFICO-TECNICO-ASISTENCIAL ES BAJO

El acceso a la información científica mediante internet y las facilidades que proporcionan sociedades científicas o universidades es igual para todos. El acceso a la tecnología es más rápido con la gestión de los centros privados, especialmente si la toma de decisiones en ese sentido depende directamente del criterio del médico. La motivación para formarse y mejorar  depende de la actitud de cada profesional, pero no cabe pensar que sea menor cuando uno trabaja para su propio proyecto y su propio futuro. Por tanto, en la práctica privada no solo se gana dinero, también se puede desarrollar una actividad con un alto nivel científico, técnico y asistencial si esa es la vocación del centro.

Por supuesto el nivel de especialización y experiencia que se puede alcanzar en una unidad privada pequeña no puede compararse con un gran hospital o con los grandes centros privados. Vamos a compararlo con sus homólogos en medicina pública, bien ambulatorios u hospitales comarcales.

2.- NO HAY PATOLOGIA INTERESANTE

Desde luego en una consulta particular buena parte del tiempo se dedica a revisiones rutinarias, graduaciones y patologías que podríamos llamar de escasa relevancia. No obstante, hay dos matizaciones que quisiera hacer.

En primer lugar, nunca se sabe lo que va a entrar por la puerta. Y de repente aparece una diplopía, una pérdida de visión, una tumoración… y no se trata de derivarlos a otro especialista. Hay que profundizar en el caso, explorarlo, estudiarlo, y tratar de dar una respuesta al paciente lo más completa y profesional posible. Si que hay patología “interesante” y no hay que eludirla, es un tesoro que debemos explotar, también por nuestro bien. Y si uno va aumentando sus competencias en  diferentes campos ese tesoro se hace mayor.

En segundo lugar, esto es más bien una cuestión acerca de la labor humana del médico. Todos los pacientes entran buscando cura, alivio o al menos consuelo para sus problemas oftalmológicos. Y todos los pacientes deben ser importantes. Suelo decir que todos los ojos tienen algún misterio, un desafío,  de suerte que involucrarse con el paciente para descifrarlo primero y remediarlo después puede ayudar a mantener o recuperar el interés.

3.- TE VAS A HACER MILLONARIO

Lo siento. Con una consulta privada y éxito profesional se puede ganar bastante dinero, pero también se gasta mucho en inversiones, personal e impuestos. Cuanto más ganas, más gastas. Alcanzar con el rendimiento del trabajo una mansión, casas en la playa y en la montaña, coches de alta gama, yate…  no es un horizonte realista. No creo que muchas personas se hayan hecho millonarios con la actividad profesional. Eso queda para el mundo de la empresa.

Tampoco vamos a llorar. Si la consulta va prosperando los ingresos superarán a los de un oftalmólogo por cuenta ajena (pública o privada). La iniciativa, la dedicación y la exposición al riesgo también merecen su recompensa.

4.- ES INCOMPATIBLE CON LA VIDA PERSONAL

Cuando se habla de la dedicación a la consulta hay quien no encuentra la manera de ponerle límite. Hay anécdotas de renombrados especialistas que finalizaban sus visitas de madrugada. Sin duda su prestigio atraía a una nutrida clientela y su naturaleza les dotó de gran capacidad de trabajo. Aún lejos de tales capacidades, es cierto que la agenda es una especie de monstruo insaciable que va devorando progresivamente el tiempo que ponemos a su disposición.

Recuerdo que cuando comenté, ilusionado, mi propósito de abrir la consulta a cierto amigo más veterano, él me advirtió que eso supondría que iba a reñir con mi mujer. El comentario, probablemente inspirado en su experiencia personal, me ayudó a recelar de ese monstruo del que he hablado antes, y ante el que he librado batalla no siempre victoriosa durante casi veinte años. Es difícil no aceptar más trabajo bien sea por dinero, por prestigio, o por reconocimiento profesional.

Hay un tópico sobre el tiempo, que acaba siendo lo más valioso y no se puede comprar. Al final es cuestión de ser riguroso con la gestión del horario. Hay que medir la capacidad personal  de manera realista y repartirla entre la vida familiar y personal, el trabajo y el ocio. Y cumplirlo, claro.

Dr. Juan Manuel Munuera

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