La tecnología es el camino hacia el futuro. Al igual que en el pasado la introducción del microscopio operatorio revolucionó la cirugía, la imparable incorporación de los sistemas de visualización digital 3D va a transformar radicalmente nuestra forma de operar la retina.

Los cirujanos vítreo-retinianos que hemos tenido la oportunidad de probar estos equipos experimentamos una percepción tridimensional de la profundidad de los tejidos. Ya no será necesario mirar por los oculares del microscopio, sino que directamente guiaremos nuestros movimientos utilizando la imagen capturada a través de una potente videocámara 3D y proyectada en una enorme pantalla de alta definición. Estas pantallas 4K, que ofrecen una excelente percepción de profundidad y un gran campo visual, permiten visualizar a gran escala diminutos detalles anatómicos, con lo que la cirugía vítreo-retiniana se convierte en una experiencia de inmersión.

Aunque en los ojos de cirujanos conservadores que no gusten de probar equipos nuevos puede que no supere su inseguridad y no estén dispuestos a usarlos, quienes los prueban ven algún beneficio potencial. No tengo ninguna duda de que estos aparatos han llegado para quedarse y que, en un futuro no muy lejano, modificarán nuestros tratamientos, la forma en que manipulamos los tejidos, e incluso nuestra toma de decisiones.

El hecho de poder ver en tres dimensiones y con gran calidad la minúscula área en la que estamos operando, convertirá la cirugía en una vertiginosa expedición de inmersión a la estructura retiniana. El zoom digital incrementa sensiblemente la precisión quirúrgica en un terreno tan pequeño como es el interior del globo ocular. El cirujano puede ajustar la profundidad de campo, permitiendo una mayor magnificación. Las potentes cámaras 3D de alto rango dinámico (HDR) ofrecen una excelente resolución y mejoran la claridad y nitidez de la imagen. La ganancia de color puede ajustarse para aumentar el contraste en determinadas situaciones. La utilización de filtros digitales sirve para resaltar e identificar los tejidos oculares adaptando la imagen a cada intervención. Su perfeccionamiento podría incluso permitir obviar los colorantes vitales o, al menos, reducir la concentración de los mismos, contribuyendo a reducir su retinotoxicidad. Al mismo tiempo, disminuye la exposición lumínica del ojo del paciente y, por lo tanto, el riesgo de fototoxicidad retiniana, al posibilitar al cirujano operar con menos luz (entre un 5 y un 25% del máximo nivel de luz del equipo de vitrectomía).

La sala de operaciones está en penumbra y todo el mundo tiene puestas unas gafas polarizadas, que proporcionan una imagen diferente en cada ojo. Por ello, todo el personal de quirófano puede compartir, en tiempo real, la misma visión panorámica y tridimensional del campo quirúrgico que disfruta el cirujano. De este modo, todo el equipo quirúrgico se involucra en el procedimiento, lo que mejora la comunicación, la coordinación y optimiza el flujo de trabajo.

Pero también cambiará nuestro modo de enseñar, pues la visión compartida hace de la cirugía 3D una herramienta docente ideal. Con ella se facilita la formación tanto de los médicos residentes como de los estudiantes de Medicina, que asisten en primera fila a todo tipo de intervenciones quirúrgicas, comprendiendo mucho mejor las técnicas empleadas. La primera vez que lo utilicé les comenté a mis alumnos que esto les daba una idea de por qué me había dedicado a la cirugía retiniana.

Las operaciones de retina, para las que inicialmente se concibió esta tecnología, suelen durar entre 30 minutos y dos horas. El diseño ergonómico de este nuevo sistema de visualización está pensado para mejorar la postura del cirujano, que puede mantener su cabeza en posición vertical mientras opera observando la pantalla de alta definición, en lugar de tener que flexionar el cuello para mirar a través del ocular del miscroscopio. Ello reduce la fatiga postural en estas complejas intervenciones, redundando en mejores resultados para los pacientes.

Estas vanguardistas plataformas de visualización 3D, cuando se generalicen, permitirán integrar de forma sencilla los sistemas de datos (parámetros del equipo de vitrectomía), de captura (como la tomografía óptica de coherencia intraoperatoria) y procesamiento de imágenes digitales.

Finalmente, entre las limitaciones de las plataformas actuales hay que comentar la posición del monitor que, además de obligar al cirujano a un leve ladeamiento de su cabeza, debe situarse a 90-120 cm del mismo. Acortar esta distancia puede implicar conflictos de vergencia-acomodación en cirujanos présbitas, que no podrán usar lentes de contacto monofocales.

 

 Dr. Javier Ascaso

Jefe de Servicio de Oftalmología,

Hospital Clínico Universitario “Lozano Blesa” de Zaragoza

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